Hacía frío y todo estaba en silencio, podía escuchar fácilmente el bombear de mi corazón e incluso el roce del viento entre los juncos que bordeaban el arroyo. Su respiración era pausada y suave, dormía tranquilo, de vez en cuando cambiaba de postura cuidadosamente. Me giré lentamente hasta quedar cara a cara junto a él y con mucho cuidado de no despertarlo aparté dos mechones de pelo que bailaban alborotados sobre sus mejillas. Sin duda cuando dormía era aún más hermoso. No conseguía conciliar el sueño, así que tuve mucho cuidado de no hacer ruido al intentar salir de la tienda. No funcionó.