Mis ojos seguían cada uno de sus movimientos y mis oídos se centraban en su pausada y entrecortada respiración. Presa fácil, pensé. Dulce, sencilla, inocente y vulnerable. Estaba muerta de frío y tenía los pies entumecidos, exhalaba e inhalaba bruscamente y dentro de poco comenzaría a tiritar, ni siquiera le daría tiempo a levantarse, todo sería muy rápido e incluso si lo lograra no conseguiría dar más de tres pasos. Mi estómago rugía con fuerza, tenía hambre e incluso el animal más compasivo se rendiría ante esa necesidad.