Hacía mucho tiempo desde la última vez que probé la carne humana, ya no recordaba como era sentir en olor y el calor de la sangre en mi mandíbula, ni como era escuchar los gritos y gemidos de dolor; pero tampoco recordaba la imagen que quedaba tras tal masacre ni las caras inexpresivas de mis víctimas; y era eso lo que hacía que más tarde sintiera repulsión por lo que soy.