No podía decirle nada todavía, arruinaría todo aquello; aun así no podría aguantar mucho más ocultándoselo y menos fingiendo que todo iba a ir bien. Lo abracé suavemente perdiéndome en sus labios e intenté olvidarme de todo lo demás. Segundos después nos miramos fijamente, ambos sabíamos lo que significaba aquel cruce de miradas, lo cual me puso nerviosa. Ya hacía un tiempo que Carlos me lo propuso por primera vez, pero siempre había conseguido encontrar una excusa; hoy sin embargo era diferente, mi cuerpo respondía a sus señales y mi corazón no sentía miedo, si no curiosidad, impaciencia, cariño… Tal vez ése fuera el momento que esperaba; el que me haría saber que él es el chico perfecto.