Iba corriendo en pijama por las calles de San Francisco, me perseguía la policía, mejor no preguntéis por qué pues yo tampoco tengo ni idea. Los gigantescos edificios se alzaban a mi alrededor mientras yo corría sin parar por el centro de la avenida en dirección al “Golden Gate”. Cuando llegué al puente, trepé felizmente por los duros y firmes cordones de acero con el ánimo de subir a lo más alto y saltar desde allí para sobrevolar la ciudad.
Ya en la cima, lo vi claro, así que salté sin más. Cerré los ojos y me lancé al vacío extendiendo los brazos y batiéndolos arriba y abajo una y otra vez.
Aterricé contra algo muy duro. Cuando comencé a dudar de mi hazaña en San Francisco, abrí los ojos lentamente. Un dolor bastante agudo en la parte frontal derecha de mi cabeza hizo que volviera de nuevo a mi “provisional” habitación en casa de Lauren. Como ya habréis deducido, me había caído de la cama.
- ¿Eryel estás bien? – Preguntó Lis desde el otro lado de la puerta.
- Sí! Tranquila! Todo va bien! – Respondí, mientras me levantaba del suelo un tanto mareada. Todavía me temblaban las piernas. Al parecer, subir un puente tan grande como el “Golden Gate” cansaba incluso en sueños.
A pesar de todo, me había quedado dormida. Recogí del suelo la manta de lana y seguidamente volví de nuevo a tumbarme boca abajo en aquella pequeña cama notando cómodamente el cambio en la textura y dureza entre la madera y el algodón. La opción de quedarme allí un buen rato más era tentadora, pero necesitaba levantarme para continuar mi conversación con Nora, así que no me quedaba otra que estirarme, desperezarme y saltar de la cama cuanto antes para comenzar con mi interrogatorio mañanero. Mientras buscaba la pequeña palangana para lavarme la cara y despejarme, escuché hablar a Nora y a Lauren; estaban fuera, en la entrada, y a pesar de que desde donde yo me encontraba no se podía entender nada de lo que decían, el tono de sus voces me hizo saber que estaban manteniendo una pequeña discusión.
En la zona de baño había una pequeña ventana que daba al patio de entrada y por la que con un poco de suerte podría escuchar aquella interesantísima conversación, de manera que visto lo visto, cogí un pequeño taburete que había debajo de la cama, lo arrimé a la pared justo debajo de aquella ventana y agarrándome de una “aparentemente firme” biga de madera, me subí en él y la abrí cuidadosa y silenciosamente para que ningún ruido pudiera delatarme. Hasta que segundos después…
PUM! PAM! PLAS! CLAS! POM!
- AU. – Espeté dolorida. Escuché lejanos unos pasos que se dirigían a mi habitación.
- Eryel, voy a entrar vale? – Dijo Lis preocupada desde el otro lado de la puerta.
- No! Espera un momento, estoy bien! Un segundo! – Dije nerviosa, mientras me levantaba del suelo y recogía todo aquel destrozo. Si Lis veía el taburete roto, la ventana de par en par y a mí, patas arriba en el suelo, me iba a morir de la vergüenza. Deprisa y corriendo y procurando no caerme de nuevo, me levanté y a la velocidad de la luz intenté dejar todo en su sitio. Disimular el dolor de culo que sentía tras mi accidental caída no iba a ser nada fácil. Lis entró en la habitación.
- Eryel, estás bien? Hemos escuchado un estruendo enorme, pensábamos que te había pasado algo… - Me dijo.
- No lo se Lis, en esta habitación no se ha escuchado ningún ruido, tal vez haya sido en el bosque o en la cocina, puedes estar tranquila, yo estoy bien. – Contesté mientras doblaba disimuladamente la ropa de cama.
- Bueno está bien, iré a mirar a fuera. Pero si necesitas cualquier cosa dínoslo de acuerdo? – Dijo sonriente.
- Por supuesto, descuida. –Respondí dedicándole una sonrisa.
Cuando la puerta se cerró tras ella, mi cara cambió de color y la expresión de dolor fue inevitable, tenía el cuerpo entumecido, era la segunda vez en menos de diez minutos que me caía, estaba empezando a creer que eso de “lugar y momento equivocado” no existe, en resumen, soy exageradamente e inevitablemente patosa.
Tras ordenar la habitación salí al patio delantero para despejarme un poco. Nora y Lis estaban lavando la ropa en el arroyo, pero a Lauren no se le veía por ningún sitio así que fui a buscarlo. Cuando ya casi había dado una vuelta completa a la casa, descubrí escondido entre dos grandes árboles un pequeño establo de madera de roble, fue entonces cuando escuché su voz.
Estaba de pié junto a un caballo blanco de crin y cola larga.
Mientras lo preparaba para montar, otros tres caballos, uno negro, uno canela y otro blanco pastaban cerca del arroyo. Me senté curiosa en una piedra redonda cercana para observar aquella escena detenidamente. Lauren cepillaba a aquel caballo con dulzura y suavidad; le limó los cascos y le colocó las herraduras hasta que estuvo totalmente preparado. Cuando fue a buscar el sudadero y la silla de montar, me levanté y me acerqué tímida y cuidadosamente al animal.
- Ei… qué pasa precioso? Te van a llevar a dar un paseo? – Le susurré sonriente mientras le acariciaba el lomo con la otra mano. Siempre me habían gustado los caballos, es más, cuando era niña montaba en el campo de mis tíos y me encantaba, pero hace muchísimo tiempo de eso.
- Veo que has conocido a Dilaila. – Dijo Lauren gratamente sorprendido; sujetaba con una mano la silla de montar y el sudadero, con la otra sus botas y los estribos. Vestía un pantalón de tela marrón y una especie de camisa blanca e iba a ser la primera vez desde que lo conocía que iba a verlo calzado.
- Sí, lo siento… es que al salir de mi habitación solo he visto a Nora y a Lis en el arroyo, pero tu no estabas y bueno… salí a buscarte. – Dije no muy convencida de por qué estaba allí.
- Tranquila Eryel, me alegro de que me hayas encontrado. – Me dijo. – Y más me alegra que te hayas acercado a Dilaila y haya reaccionado como si te conociera de toda la vida, no es nada habitual en ella así que si no te parece mal, ¿querrías dar una vuelta con nosotros?
– Preguntó expectante y sonriente. - Has montado alguna vez? -Continuó.
- Sí, pero hace mucho tiempo. Mis tíos tenían un establo en su campo y cuando era pequeña me enseñaron a montar. Pero Lauren... no creo que sea una buena idea...
- No hay más que decir. – Me interrumpió muy seguro de si mismo.
- Éste es “Zafiro”, un poco testarudo en mi opinión pero estará encantado de que lo montes. –Prosiguió mirando simpático al caballo.
Zafiro era el caballo negro que había visto antes en el arroyo, parecía bastante más pequeño hasta que lo tuve justo delante. Su color negro azabache resplandecía con el sol. Parecía tímido, pero a simple vista se observaba su fuerza y su rapidez.
Antes de que pudiera decidirme, Lauren apareció con otra silla de montar, unas botas, un sudadero y unos estribos. Imaginé que serían de Lis puesto que las botas eran muy parecidas a las que ella llevaba la primera vez que la vi.
- No te preocupes, Zafiro es un buen caballo, y un buen caballo montado por una buena jinete es una perfecta combinación. – Me dijo sonriente mientras preparaba la silla de montar.
No pensaba que Lauren fuera a darse por vencido, así que sin más, accedí.
- Eres muy cabezota lo sabias? – Le dije mientras me ponía las botas.
- No soy cabezota, sólo tengo ilusión por ver como una chica que se cae más de cuatro veces en menos de un día, monta a caballo.
– Bromeó risueño.
- O sea, que solamente pretendes reírte de mí – Repliqué molesta.
- Bueno, vas a venir o no? – Dijo mientras montaba en Dilaila.
Ante la imagen de Lauren montado en un caballo blanco, cualquiera se negaba a su petición. Apoyé el pié derecho en uno de los estribos y sujetándome a la silla monté en Zafiro. No se me daba tan mal al fin y al cabo, al menos había conseguido subir correctamente, algo es algo.
- Después de ti. – le dije sonriente.
Bordeamos a trote el caserón hasta llegar de nuevo donde Nora y Lis se encontraban.
- Vaya, veo que has caído bien por aquí! – Dijo Lis sorprendida.
- Lo dice porque Zafiro es un caballo muy difícil de dominar, normalmente quien lo monta por primera vez termina en el suelo. – Aclaró Lauren satisfecho.
- Entonces tu hermano pretendía que me abriera la cabeza… - Bromeé risueña, mirando directamente a Lauren.
- ¿Dónde vas a llevarla? – Preguntó Nora a Lauren interesada.
- Había pensado cruzar el bosque y subir hacia las montañas azules. – Contestó.
- Bueno, llevad cuidado no quiero ningún disgusto, entendido?
- Tranquila tía, estaremos bien. – Respondió Lauren.
- Eryel, si te aburres de Lauren solo tienes que decírselo a Zafiro y él te traerá de vuelta hasta aquí, se sabe el camino de memoria… que conste que es una sugerencia. – Bromeó Lis.
- Gracias por el consejo Lis, lo tendré en cuenta! – Le dije, dedicándole una cómplice sonrisa.
- Bueno, se acabó la charla! A ver que tal se le da a la señorita montara caballo! – Gritó mientras se alejaba adentrándose en el bosque. Sin duda me esperaba un divertido recorrido.
- Espérame! Qué parte de hace mucho tiempo que no monto no has entendido?! – Grité mientras salí tras él al galope.
- Hasta luego Eryel! Llevad cuidado! – Escuché decir a Nora.
Cuando llegué al bosque, Lauren me esperaba impaciente.
- Si piensas ir a este ritmo todo el tiempo será mejor que volvamos y cojamos una tienda y algo de comer. – Bromeó.
Lo miré molesta y pasé delante de él.
- Déjame a mí ir delante, tú no sabes hacia donde vamos. – Me dijo.
- Sí! Lo sé! Hacia las Montañas Azules! – Grité risueña mientras lo dejaba atrás. Tal vez llevara eso de montar a caballo en la sangre. Era la primera vez en mucho tiempo que conseguía hacer algo arriesgado sin caerme, pincharme, tropezarme o chocarme contra algo, y esperaba por mi bien que continuara siendo de ese modo.
Lauren no tardó en alcanzarme, Dilaila era una yegua muy rápida y él sin duda un gran jinete. Esquivando los árboles recorrimos al menos dos kilómetros. No es que habláramos mucho durante el camino, yo me limité a sentir el viento y la velocidad e intentar formar parte de Zafiro hasta que se acostumbrara totalmente a mí. Al cabo de unas horas a trote, llegamos a la montaña. Sólo pasaron unos minutos hasta que el pequeño arroyo comenzó a ensancharse dándonos a conocer su origen, un río que bajaba desde la cima. Después de un largo camino por la ladera, llegar a una zona nivelada resultaba increíblemente cómodo, sobretodo si vas montada en un caballo. Era un lugar muy amplio y acogedor en donde una gran cascada caía formando un pequeño lago de agua cristalina. Al llegar a la entrada de una de las cuevas que decoraban el paisaje, bajamos de los caballos y nos sentamos en una piedra plana y redonda que descansaba sobre la hierba húmeda. Me debía una conversación y aquel era el momento perfecto.
- Estoy realmente impresionado, montas excelentemente. – Dijo satisfecho.
- Tú tampoco lo haces mal. – Sonreí.
Tras un silencio incómodo…
- Nos has escuchado hablar a Nora y a mí esta mañana verdad?
Me puse roja como un tomate y el dolor de culo que todavía tenía desde aquella mañana aumentó notablemente de repente.
- No, sabía que estabais discutiendo pero no he logrado entender nada… puedes estar tranquilo… - Contesté cabizbaja.
- Escucha Eryel, sé que es muy duro que los demás sepan algo de ti que no conoces, pero en ocasiones es mucho mejor así…
- Aun así continuas debiéndome una conversación, al igual que Nora. – Contesté molesta.
- Lo sé… - Dijo mirando al horizonte.
- ¿Qué tiene que ver mi madre en toda esta historia Lauren?¿Por qué estoy aquí? – Pregunté pensativa. Tal vez fue la primera vez que me planteé esas preguntas realmente.
- Tu madre llegó aquí hace treinta y dos años y se marchó al cabo de tres años, lo que serían tres días en tu mundo. Liah fue una viajera como otra cualquiera solo que a ella se le pasó el periodo de tiempo establecido para poder regresar. Cada mil años llega aquí un viajero y debe marcharse antes de la noche de las Dos lunas, tras la cual se cierran todos los portales, por lo que habría que esperar otros mil años para poder regresar al mundo “real”. Tu madre sin embargo encontró la manera de volver; no me preguntes cómo, porque no tengo ni idea, solo se que lo logró.
- Dices que un viajero llega cada mil años aquí, pero no puede ser posible ya que solo han pasado treinta y dos años desde que mi madre aterrizó en este lugar… - Exclamé confundida.
- Eso es lo extraño de todo esto, que sólo una vez en la historia de dos lunas se han roto los periodos de tiempo establecidos para la llegada de viajeros y ya te conté cuando y qué pasó tras ese acontecimiento…
- Me estás diciendo que mi llegada a Dos Lunas podría desencadenar algo parecido a lo que originó la llegada de aquel viajero antes de la división de los siete reinos? – Pregunté atónita.
- Eso no lo sabemos… al igual que desconocemos el motivo del nuevo desequilibrio formado entre los dos mundos, el mismo que ha hecho que tú termines aquí. – Contestó.
***
No sabía cómo seguir con aquella farsa, nunca se me había dado bien mentir y esta vez no iba a ser diferente. Tarde o temprano terminará enterándose. Continué con la conversación intentando que sonara convincente.
- Entonces no sabes nada más? – Me preguntó Eryel decepcionada.
- No, por el momento no. – Dije disimuladamente. – Quieres que te enseñe esto un poco más a fondo? – Cambié de tema.
- Está bien… - Asintió cabizbaja.
***
En realidad esperaba algo más, después de tanto misterio y tanto interrogatorio me supo a poco la información que Lauren me dio. Algo me decía que había más, pero no me quedaba más remedio confiar en su palabra.
- Dónde me llevas? – Pregunté intrigada.
- A la cueva de la cascada. – Dijo sonriente.
- Toma esto, dentro hace frío. – Me dijo, prestándome su chaqueta de paño marrón.
- Gracias. – Respondí.
Tenía razón, hacía muchísimo frío. El interior de la cueva era inmenso, en uno de los laterales, entre varias rocas, había un par de mantas, lo cual advertía que hacía poco que alguien había estado por allí.; Lauren las cogió sin más para que nos sentásemos encima. Cada vez me sentía más a gusto a su lado. Desde que terminamos nuestra última e incómoda conversación no volvimos a hablar; yo me limité a pensar y él supuse, a escuchar mis pensamientos. Estuvimos sentados allí un buen rato, hasta que comenzó a llover. Las mantas dejaron de ejercer correctamente su función y no tuve más remedio que acurrucarme entre sus brazos. Noté la diferencia cuando él se marchó a desatar a Dilaila y a Zafiro para traerlos con nosotros. Una vez todos juntos de nuevo, me quedé dormida junto a él.
- Eryel… despierta… - Me susurró dulcemente. - Ya ha dejado de llover, debemos regresar antes de que vuelva la tormenta. – Continuó.
Habían pasado unas dos horas desde que me había quedado dormida. Zafiro y Dilaila estaban acostados en el suelo también. Los ojos azules de Lauren me miraron risueños, me ayudó a levantarme y entre los dos sacamos a los caballos al exterior de la cueva y montamos al galope con rumbo de nuevo a la casa.
En el camino de vuelta tampoco hubo conversación. Pensamientos fluían de mi mente a la suya continuamente e incluso juraría que en ocasiones yo también podía escuchar lo que él estaba pensando.
- Habéis tardado mucho, qué ha pasado? – Preguntó Nora preocupada mientras Lauren y yo llevábamos a los caballos al establo.
- Estábamos en el pequeño lago que hay en la montaña y de pronto comenzó a llover, tuvimos que quedarnos un buen rato dentro de la cueva hasta que la tormenta amainó y pudimos volver.
– Respondió Lauren cansado.
Dejamos las botas de montar en el patio delantero y entramos en la casa. Inmediatamente me dejé caer en uno de los sillones de la entrada mientras Lauren encendía la chimenea.
- Gracias por el paseo de hoy. – Le dije.
- No hay de qué, has resultado ser una buena compañera de viaje.
– Respondió. – Yo de ti descansaría un poco, todavía queda mucho día por delante y necesitarás estar despejada. – Continuó.
- Tienes razón, pero antes necesito urgentemente poner mis pies en agua caliente, las botas de montar me han hecho polvo. – Dije risueña y dolorida a la vez.
Al cabo de un rato, Nora calentó una jofaina llena de agua en la chimenea y la llevó a mi habitación. Todavía no era de noche, pero la tormenta hizo que el cielo se volviera totalmente negro. Sentada en la cama me descalcé y dejé caer mis pies en el agua lentamente; ante el cambio de temperatura, un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo.
Cuando el agua se enfió, me sequé bien y me tumbé en la cama tapándome con la manta de lana. Me hice un ovillo y cerré los ojos para intentar dormir un rato. Algo rondaba en mi cabeza. No podía conciliar el sueño, el viento soplaba con fuerza y silbaba agresivo contra las pareces de la habitación. Comenzó a llover de nuevo. Nunca me habían gustado las tormentas y esta no iba a ser diferente, así que hundí la cabeza bajo la manta e intenté relajarme. Dejé mi mente en blanco durante un buen rato, aun así no conseguí dormirme.
***
- Tía, desde mi punto de vista Lauren tiene razón. Se lo prometiste a Liah.
- Lo se Lis, lo se, pero no entiendes que corremos peligro? No lo digo por nosotros, sino por ella también…
- Eryel va a estar en peligro en cualquier lugar de Dos Lunas, podemos protegerla y lo sabes, por eso está enfadado Lauren contigo, por que ni siquiera lo estás intentando…
- Lis…
- No. No quiero hablar más de esto. Sabes perfectamente que Salzar ya sabrá que ella está aquí, sabes que hará todo lo posible para encontrarla y que cuando lo haga no habrá un buen destino para ella.
- Si Salzar la encuentra la matará al igual que hizo con su madre y si la encuentra aquí, nosotros también caeremos con ella.
- Pues vayámonos entonces!
- Esa es una decisión que no depende de ti… hablaremos de esto más tarde.
- Siempre apartas un tema de conversación cuando no te interesa hablar de ello, te estás comportando como una egoísta.
- Buenas noches Lis…
***
Había salido un momento para buscar a Lauren y oí a lo lejos hablar a Nora y a Lis. No daba crédito a lo que había escuchado. Lauren me había mentido y ocultado cosas, Lis y Nora también. ¿Y se supone que debía fiarme de ellos? El corazón me empezó a latir con fuerza y mi mente se ofuscó en una sola idea: escapar. Si Salzar había matado a mi madre y ahora venía a por mí, esperaría con gusto a que me encontrara, o mejor aún, iría yo a buscarlo a él. Sólo sabía una cosa, mi padre no había asesinado a mi madre tal y cómo yo pensaba.
No pensaría en nada ni en nadie, esperaría a que la tormenta se calmara, cogería la manta de lana de mi habitación y las botas de montar y me iría. Encontraría la manera de salir de allí y de vengar a mi madre yo sola, no necesitaba la ayuda de nadie, no quería la ayuda de nadie. Zafiro sería una buena opción a la hora de escapar pero él no tenía la culpa de nada de esto, así que no me arriesgaría a que le pasara nada. Entré corriendo en mi habitación y sin hacer mucho ruido comencé a prepararlo todo. Llegó el momento; el viento no soplaba con tanta fuerza como antes y ya no llovía con tanta intensidad. Salí de puntillas de la habitación, comprobé que no había nadie por allí y cogí una bolsa de saco que encontré en el hueco de la chimenea y la llené con un bote de leche, con trozos de pan y con algunas piezas de fruta que encontré en la alacena; no duraría mucho tiempo pero sería suficiente para unos tres días. Dejé todo tal y como estaba, nadie sospecharía que me había ido hasta que se despertaran. Un largo camino me esperaba por delante y estaba completamente segura de que Nora, Lis y Lauren, no eran las únicas personas que podrían ayudarme en Dos Lunas.
***
- Lauren! Despierta! Se ha ido! No está! – Dijo Lis alterada.
- Cómo? Eryel no está?! - Exclamó preocupado.
Lauren se levantó de un salto y fue corriendo a la habitación en la que había estado durmiendo Eryel. Observó que la manta y las botas de montar no estaban allí y que en la alacena faltaba comida y bebida. Estaba totalmente confundido. No sabía qué hacer o pensar.
- Se ha ido verdad? – Le preguntó Lis. Pensando en la conversación que había mantenido con Nora hacía unas pocas horas.
- Sí. Se ha ido. – Respondió Lauren.
***
Hacía frío, más incluso que en aquella cueva. La bolsa pesaba más de lo que habría imaginado y las botas de montar me rozaban los pies dificultando mi huída. Dejó de llover. Cuando llevaba al menos dos horas caminando, crucé al otro lado del arroyo con la intención de borrar mi rastro y me senté entre las raíces de un árbol gigantesco para intentar entrar en calor. Los párpados comenzaban a pesarme y las piernas casi no respondían debido al frío.
En un abrir y cerrar de ojos una mariposa se posó en la palma de mi mano y segundos después comenzó a volar. La seguí con la mirada y algo me impulsó a andar tras ella, quería indicarme el camino tal vez, pensé. Aquí nada era imposible según Lauren. La perdí de vista en cuanto me adentré en el bosque sin querer. Cometí un grave error, nunca debí fiarme de una mariposa.
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HOOO si!!!! me encanta!! que pasara con eryel ahora??? ya no es de fiar entonces lauren??
ResponderEliminarjoer lianta que no me puedes dejar así!! mas te vale que pongas el quinto capitulo pronto! no te puedes retrasar que cada vez lo dejas mas intrigado!!!
PD: te e dicho que me encanta?? porque me encanta!!
un saludo
un fan
me encanta!! la historia está super interesante :O y me gusta mucho que la hagas desde varios puntos de vista, así es más fácil meterte en la cabeza de los personajes ^^
ResponderEliminarjeje y como ya te dije, me encanta Eryel, adoro a la gente torpe :P aunque una historia sea buena, si el prota no me gusta no soy capaz de engancharme, y aquí me gustan la prota y la historia así que :D
Espero que subas pronto el quinto capi!! quiero ver que pasa con la mariposa >.<
Dro! Muchas Gracias! Me alegro mucho que te guste! ^^ Yo también soy un poco patosa jaja
ResponderEliminarDentro de poco subiré el próximo capítulo(:
Un saludo!
Yo quiero un caballo como Zafiro!! :) Precioosoo!!
ResponderEliminarQué intrigaaa!! Leyre... Me encanta!! ^^